lunes, 30 de marzo de 2015

Volver


Al lugar donde fuiste feliz.
A una canción.
A un papelón.
A un abrazo.
A una mirada.
Al aroma de la comida recién preparada.
A un sueño.
A tu peor pesadilla.
A un mensaje guardado como borrador.
A una discusión ganada.
A un llanto desconsolado.
A un parcial bien rendido.
A la casa de tus papás.
A tu cama después de un largo viaje.
A bailar como cuando nadie te ve.
A una charla con códigos de amigos.
Al piso de tu casa con los pies descalzos.
A la sonrisa que contagia.
A los mimos de tu vieja cuando estabas enfermo.
A tu primer beso.
A enamorarte.
A vos.


UMS

miércoles, 11 de marzo de 2015

La última cita

Sin saberlo, aquella tarde soleada de marzo estaba invitada a una cita con la muerte en la cual yo sólo oficiaría de vil espectadora.

Luego de un mediodía estresante de compras, partimos junto con mi mamá y mi hija hacia Adrogué, la localidad más pintoresca de zona sur.

Teníamos el cumpleaños número 5 de una de mis primas, y siendo la presentación en sociedad de mi hija de tan sólo 30 días el mayor atractivo, decidí aceptar la invitación al evento. No, las molestias post cesárea ya no existían. Era una madre feliz disfrutando de la primera salida después de su primer embarazo. Al fin.

Llegamos a la casa de mis viejos y estaba él, mi príncipe encantador, ese al que bajo una muy mala costumbre solía decirle 'papá'. Justo se iba. Así que chocheó un rato con su nieta 0 KM, recién salida de fábrica y volvió a su trabajo. En un rato nos veríamos.

Hicimos tiempo hasta que a las 17 horas puntual, partimos hacia la fiesta.

Llegamos. Fuimos las primeras. Papelón. Dentro de las 3 cosas que una persona NO debe hacer está el llegar temprano a un evento.

A mi prima le fascinó el cupcake de Muma's y los accesorios de Barbie que le había regalado yo, 'la prima de Recoleta'. En ese entonces vivía en Av. Del Libertador frente al Parque Thays. La buena vida.

Empezaron a llegar los invitados. Mi hija fue el centro de atención, era lógico. Las madres después de parir pasamos a un décimo plano en el que sólo somos los individuos que fabricamos el alimento con el cual la criatura mordisqueable se nutre.

Comienza la fiesta. Típico de mi familia: exquisita comida por doquier, buena música y esa alegría característica de la gente que es feliz con los suyos.

19 hs. Llega mi papá. Con la remera Adidas negra que le había regalado para Navidad y unas bermudas.

Se sentó en nuestra mesa y comenzó el show. Para no romper la costumbre, fue el alma de la fiesta.

Salimos al parque del salón a tomar algo con mis tíos. La noche asomaba con una temperatura ideal.

Mi hija se había empezado a poner un poco molesta. En un banco estábamos sentadas mi mamá y yo, él estaba con la bebé en brazos. Me preguntó si quería que fuésemos a mi departamento. Le dije que no, que esperásemos a que corten la torta y le canten el 'feliz cumpleaños'. Que lo que en realidad quería era que me lleve a Aeroparque a ver despegar los aviones (pequeño chiste que hago desde que tengo uso de razón). "De una patada en el culo vas a ir a ver los aviones", me dijo riendo.

Mi mamá le pidió algo para tomar. Él, mufando y burlándose de la comodidad de su señora esposa, dio media vuelta y fue a buscar cerveza.

De pronto se sintió el golpe. Aún puedo escucharlo. Mi papá en el piso. Gritos. Corridas. Desesperación digna de películas. Arranqué de los brazos de mi mamá a mi hija para que no le transmitieran tanto dolor e impotencia.

Se lo llevaron. Ahí mismo me despedí de él. Para siempre.


NdR: En la madrugada, cuando yo intentaba "descansar" mientras mi marido se encargaba de los papeles correspondientes a uno de los trámites más dolorosos que una persona puede hacer, sonó mi celular. Se había marcado como no leído un mensaje que me había enviado mi papá unos días atrás: "Hija, soy Chatoman. Tengo este chip hasta que me manden el mío".
Aún lo guardo.
UMS